La más brillante luz, la
felicidad encerrada en una lata de duraznos, una tijera de punta roma y sin
filo, un avión perdido en el pacífico, dos pajaritos arrullándome, estando parados
en las cuerdas frente a mi ventana, hojas en mi cabello rizado, tierra al
ventear, colores fuertes que lastiman mis ojos, “regresaré” dijiste, pero no lo
cumpliste, un laberinto sin fauno, nuestro lenguaje escondido, maletines
sirviendo de almohadas, tareas y hojas perdidas, libélulas sobre mi cabeza, no
te comunicaste y ahora estás más lejos aún, y ya, no hay teléfonos, ni
carteros, solo enanos chismosos, no me arrepiento de escribirte.
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