Un día nace nuestra historia de
una serie de obsesiones sin explicación, de miradas al vacío, de finales
inconclusos, de esos cuentos que se escriben o cuentan en días en que se va la
luz y solo queda dominando la oscuridad, de miradas nubladas, de corazones
tristes, de tonterías dichas y burlas que alteran el orden, cuando ya no nos
quedó respeto para poder afirmar algo el uno para el otro, se rompieron todas
aquellas promesas que nunca se hicieron, pero que estoy segura se pensaron, se
plantearon, en el fondo sé que esta pequeña arpía que soy es gracias a él.
El no puede verme, no puede
mirarme y todo se desarrolla respecto a su ceguera, a su pobreza, a que ya no
hay nada que pueda salvarnos, porque simplemente una luz muy fuerte desató lo
poco que nos quedaba, es que el y yo sabemos muy bien para donde iba todo y
ninguno quería ir, nos queríamos quedar en una tarde de domingo, en el que
vestíamos de amarillo y veíamos algún programa soso que nos distrajera.
Enamorarse requiere de ausencia
de inteligencia, y por eso ninguno de los dos lo logró y fue lo mejor,
demostrarle al mundo que somos felices, con personas alejadas y desconocidas,
personas incluso menos atractivas, pero eso no importa porque al fin y al cabo
todo cambia, todo pasa y nos hacemos viejos, recordamos pero no totalmente, yo
lo olvidaré en unos cuantos días, no quiero cuestionarme cuanto puede tardar o
cuanto tardó.
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